El Castillo de Bran, comúnmente conocido como el «Castillo de Drácula», se erige en la región de Transilvania en Rumania, envuelto en misterio y rodeado por leyendas. Este castillo, que data del siglo XIV, ha sido asociado con Vlad el Empalador, también conocido como Vlad Drăculea, aunque su conexión con el castillo es más mitológica que histórica.

Vlad, un gobernante valaco del siglo XV, fue conocido por su cruel método de empalar a sus enemigos, lo que le valió el nombre de «el Empalador». Su apodo, Drăculea, que significa «hijo del dragón» o «hijo del diablo», alimentó las leyendas y lo asoció con el personaje ficticio del Conde Drácula, creado por Bram Stoker en su novela de 1897. A pesar de que Stoker nunca visitó Rumania, se cree que se inspiró en la historia y la reputación de Vlad para su icónico vampiro.

El Castillo de Bran, con su arquitectura gótica y su ubicación estratégica en un acantilado, se ajusta perfectamente a la imagen que Stoker pudo haber imaginado para el hogar de su Conde Drácula. El castillo ha sido restaurado y ahora es un museo abierto al público, que muestra arte y muebles antiguos coleccionados por la Reina María de Rumania, quien residió en el castillo durante el siglo XX.

A pesar de su popular asociación con Drácula, el Castillo de Bran raramente, si es que alguna vez, tuvo una conexión real con Vlad el Empalador. Sin embargo, esta conexión ha sido ampliamente promocionada y ha convertido al castillo en un importante destino turístico, atrayendo a visitantes de todo el mundo fascinados tanto por la historia real como por la leyenda del vampiro.

En resumen, el Castillo de Bran es un monumento que trasciende la historia, entrelazando la realidad con la ficción y convirtiéndose en un símbolo perdurable de la fascinación humana por lo macabro y lo misterioso. Su arquitectura imponente y su historia rica y compleja lo hacen no solo un hito de Transilvania, sino también un ícono cultural a nivel mundial.

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Fuente : Jessica Canal Travel