LEYENDAS URBANAS : DÍA DE LOS MUERTOS

Había una vez un pequeño pueblo en México que esperaba con gran anticipación la llegada del Día de Muertos. Durante años, habían celebrado esta festividad de manera alegre y colorida, honrando a sus seres queridos fallecidos.

Sin embargo, aquel año, algo oscuro y siniestro se escondía entre las sombras. En secreto, los habitantes del pueblo habían comenzado a ser acechados por una entidad maligna que se alimentaba de la energía de las almas durante el Día de Muertos.

El día antes de la celebración, los pobladores estaban inquieto. El cielo se tornó gris y oscuro, y un viento helado soplaba con fuerza, causando un escalofrío en todos los presentes. A pesar del temor que se respiraba en el aire, nadie en el pueblo podía explicar la razón detrás de esa repentina oscuridad.

El Día de Muertos comenzó como de costumbre, con la construcción de elaborados altares y la decoración de las tumbas de los difuntos. Las calles se llenaron de coloridas ofrendas, y el aroma del incienso y las velas llenaba el aire. Sin embargo, el ambiente se volvía cada vez más opresivo y la alegría de la festividad parecía desvanecerse.

A medida que avanzaba el día, los lugareños notaron que algunas de sus familias y amigos desaparecían misteriosamente. Sus cuerpos nunca fueron encontrados, y el terror comenzó a apoderarse del pueblo. Pronto, se dieron cuenta de que el malvado espíritu que los acechaba se llevaba consigo a las almas de las personas, sumiéndolas en la eterna oscuridad.

Desesperados, los habitantes del pueblo se reunieron en la iglesia para buscar protección en la fe. El sacerdote, triste y temeroso, les advirtió que la única manera de detener al espíritu maligno era encontrar su origen y sacrificar una vida inocente en nombre de los afectados.

Uno de los lugareños, un joven llamado Diego, se ofreció voluntariamente para ser sacrificado con el fin de salvar a su pueblo. Con gran dolor en sus corazones, los habitantes del pueblo aceptaron su oferta, aunque el sacrificio de un inocente era inimaginable.

En la medianoche, Diego fue llevado a un altar improvisado en el corazón del cementerio. Mientras las lágrimas de sus seres queridos llenaban el aire, Diego aceptó su destino con valentía. Fue sacrificado y su sangre se derramó en el suelo sagrado.

De repente, la oscuridad que envolvía el pueblo se desvaneció. Los cuerpos de aquellos que habían desaparecido fueron encontrados, su vida restaurada. Pero el precio pagado fue inmenso y la tristeza y el dolor nunca abandonaron al pueblo.

A partir de aquel día, el Día de Muertos en ese pueblo nunca volvió a ser el mismo. Aunque las festividades continuaron, la sombra de la tragedia siempre se cernía sobre ellos. La memoria de Diego y su sacrificio se mantuvo viva, recordándoles el poder y la magnitud del mal.

Y así, el pueblo vivió con la esperanza de que nunca más un espíritu maligno acecharía sus calles durante el Día de Muertos, pero con el constante recordatorio de que el mal siempre está al acecho y el precio de proteger el amor y la vida puede ser desgarrador.

créditos Leyendas Urbanas

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