Personajes de nuestro Pueblo: Hoy «Ramón Santich» el tarragosero”

“Ramón Santich, el tarragosero”

Por Don Horacio «Chino» Martínez

Casi nadie se dio cuenta, ni siquiera él, quizás porque siempre estaba feliz y sonriente. Dicen que un hondo silencio apareció de golpe, se instaló en las teclas de su acordeón y entonces el Ramón cayó en un sueño profundo que duró siete días.

Cuentan que un chamamecito nostalgioso se acercó a la orilla del río que ahora pasaba perezoso y calmo y allí en la bajada, donde está la cruz, le pidió a un timbó y a un sauce costero que rezaran con él y dicen también, que una calandria y un zorzalito islero se unieron a esa plegaria.

Yo, simple poeta de todos los días garabateé unos versos en una canción para recordarlo y pedir por él. Sorprendido me di cuenta al terminar, que mi canción tenía la melancolía gris de las torcacitas y la profunda tristeza de los crespines.

Y toda la comarca se volvió plegaria, en los ranchitos costeros y en los del campo, en los poetas y en los músicos, en los gurises de las escuelas y en las maestras, porque a todos alguna vez el picaresco y mágico fuelle del “Ramón del pueblo” les había entibiado el alma.

Porque la “cordiona” del Ramón supo de los sueños y secretos de cada paisano del pago, supo de encuentros, despedidas y distancias, supo cautivar y hacer vibrar los corazones cuando sus manos en las teclas dibujaban “Madrecita” o despertar el sapucay dormido cuando nos dejaba: “Pórtate bien, che, hermano”.

Dicen que estuvo así siete días y que precisamente el séptimo, un silencio profundo de arroyo y de cielo le cubrió su alma y miles de alitas del monte entrerriano lo fueron llevando al cálido encuentro con el viejo «Pancho» y el “Tata” Linares.

Una fría lágrima cual gota de lluvia cayó en los ranchitos que tiene mi pago y mojó los ojos, se mezcló en las aguas del Cuatiá querido, después en la costa se prendió en un sauce que también lloraba. Luego se hizo grillo, zorzal y paloma, hornero y calandria y entonces me dijo: “Sacudí esa pena y la melancolía, que el “Ramón del pueblo”, el “Ramón de todos” volverá apenitas un chamamecito te acaricie el alma”.

Sube al escenario con la mano en alto y la sonrisa franca, / desde la platea un cálido aplauso la noche levanta, / y hasta el viejo río detuvo su viaje, se posó en el puerto, / como si supiera que toca esta noche el «Ramón del
pueblo”.

Su vieja “acordeona” cual cofre de sueños, suelta melodías, / polcas, chamarritas y un chamamecito de Millán Medina; / allí en un costado anda una pareja “escobillando” al suelo, / se armó la bailanta porque está tocando el “Ramón del pueblo”.

(«El camino de la Nostalgia; Horacio Martinez).

Foto : Crédito al Autor

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